Esta mañana
he descubierto las lentejas-caviar en mi tienda de “llegums cuits” de cabecera,
en la calle de la Sèquia Comtal, en el barrio barcelonés del Clot, muy cerca de su mercado.
Las he
visto medio escondidas, detrás de dos grandes fuentes, una de judía blanca y
otra de garbanzos. Todo ello cocido una o dos horas antes y aun caliente.
“¿Y esto qué
es?” He preguntado. “Lentejas-caviar” Total, que me he hecho con cuatrocientos
gramos de esas lentejas, negras como la mismísima pez y cocidas como los otros
granos con los que compartían mostrador de mármol. Diminutas y esféricas. Me
apresuro a añadir que el precio de esa maravilla es el mismo que el de sus
hermanos de estirpe. Lentejas pardinas, garbanzos de Fuentesaúco, lentejas-caviar
y judías blancas de la variedad más común, todo cocido y todo al mismo precio:
4,60 €/kg.
La intención,
antes de trabar conocimiento con esa humilde pero orgullosa legumbre, era hacerme al mediodía una porción de salmón
fresco con cualquier otra cosa, pero por alguna razón a medio camino entre
mi natural curiosidad y el gusto por la armonía cromática, he añadido al menú
las lentejas, a penas tratadas para amenizarlas y calentarlas.
El
resultado me ha puesto contento. Las lentejas-caviar me han parecido más
ligeras, más digestivas y más sabrosas que sus hermanas de raza.
Aquí lo
cuento:
Ingredientes
para dos personas:
Un tercio
de calabacín de tamaño medio.
Dos ajetes
(ajos tiernos).
Dos piezas
de salmón, sin espina, de unos 200
g . cada una.
Aceite de
oliva, sal, pimienta del molinillo.
Procedimiento:
He pelado los
dos ajetes y los he cortado en trozos pequeños. Los he puesto en un recipiente
plano –sartén o “sauteuse”- con un chorrito de aceite y fuego medio para que se
dorasen.
He cortado
el trozo de calabacín a daditos que he añadido a los ajetes.
He subido
el fuego, he salteado ambas verduras y cuando me ha parecido que el color era
el adecuado he incorporado las lentejas, mezclándolo todo. He bajado el fuego
al mínimo.
He puesto
unas gotas de aceite en otra sartén. Muy poco aceite. Fuego fuerte y cuando el
aceite ha hecho amago de humear he puesto las dos porciones de salmón con la
piel debajo.
He movido
enérgicamente la sartén para evitar adherencias y cuando he notado que la piel
estaba crujiente he dado la vuelta al salmón, poniendo la piel hacia arriba. He
apagado el fuego y he tapado.
He emplatado
las lentejas con su verdura salteada y he servido encima el salmón con la piel en la
parte inferior.
He puesto
de nuevo a fuego fuerte la sartén del salmón, he añadido dos o tres cucharadas
de agua y con un instrumento de madera he rascado el fondo y he removido
mientras el agua se evaporaba, enriqueciéndose a la vez con el sabor de la breve fritura del
pescado.
Cuando el líquido,
muy reducido, ha adquirido una consistencia licorosa he salseado con él las dos
piezas de salmón y las he espolvoreado con una pulgarada de sal de calidad.
Y a comer.
Sano,
sabroso, sofisticado y muy barato.
Pierre Roca
Me parece una receta muy prometedora pero no veo q las lentejas se hagan si las incorporas a esa sartén q únicamente tiene algo de aceite y unas verduras ya doradas. Las lentejas necesitan mucho líquido para hacerse, no?
ResponderEliminarperdona, he vuelto a leer tu artículo y he visto que las compraste ya cocidas
Eliminar